viernes, 16 de julio de 2010

Entre las Aulas y los Bares

Fotografía/Internet

Por: Rigoberto Loasiga y Samael Contreras

Mientras desayunaba un buen gallo pinto con queso y tortillas, me percaté de que éstas son cada día más pequeñas, esto me hizo recordar parte del estribillo de una canción de un grupo mexicano muy sonado en mis tiempos de secundaria, el cual decía así: “subió la tortilla, subió el frijol, la gasolina y también la cerveza”.

En Nicaragua, país de las ironías, casi el 60% de la población ajusta para comprar tortillas y sólo un 30% de los jóvenes llega a la Universidad; de esa proporción privilegiada, un 18% sobrevive en los recintos universitarios con menos de veinte córdobas al día, lo que denota que sus familias no tienen para comprar las tortillas. Lo extraño del asunto es que parte de ese porcentaje del estudiantado, que no tiene para alimentarse, si disfruta de dinero para comprar la dichosa cerveza.


No intento satanizar a las cervezas; mi subconsciente no me dicta que esté mal tomarse un par de vez en cuando, sobre todo por el calor de Managua. Pero no se puede negar que existe un problema al momento que ingerir una cerveza pasa de ser una manera de refrescarse, a un hábito, provocando en el estudiante la preferencia por un bar que por las aulas de clases.


En las universidades es común encontrar a estudiantes esperando a que el reloj marque las 11 de la mañana para poder ir al bar de enfrente. La accesibilidad de los jóvenes a las bebidas alcohólicas es gigantesca, a pesar de las prohibiciones impuestas de su venta, en primer lugar se impide la ubicación de bares cerca de los perímetros universitarios y la venta a menores, lo cual no se cumple.


Un 80% de las muertes registradas entre jóvenes se deben a causas violentas y dentro de ellas las relacionadas con drogas o alcohol representan el 50%, existiendo un mayor porcentaje de suicidios en los adictos a estas sustancias. Además, se consideran los factores familiares de gran importancia en el inicio y curso clínico de la adicción al alcohol y otras drogas, ya que hasta un tercio de los niños tienen su primera oferta de consumo de bebida alcohólica dentro del ambiente familiar, por lo que la implicación de la familia tiene gran importancia en todo programa terapéutico.

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